Por María Larreta. Revista Para Ti. 1977. Fotos: Eduardo Frias.
Ella es pintora de fama. Él, escultor, artesano y "un poco de todo". También escribió poesías. Una actitud de vida que los lleva a producir las cosas indispensables para vivir, "las cosas para uno". Todo en su "casa-fortaleza". Allí los vimos trabajar y vivir.
Estoy probando un estilo distinto. Es una idea fija que tengo y que me ronda la cabeza. En pintura no podes tener una idea preconcebida porque se te va armando a medida en que la vas realizando. Es una forma de tratar el plano que no me importa si es nueva o no; es algo que quiero que salga como yo lo imagino.
Eso fue lo primero que me contestó, porque está muy metida en el nuevo proyecto para su pintura.
Después de un periodo de inactividad, Josefina Robirosa arremete, como cada vez que cree en algo, y se olvida del tiempo, del clima, hasta de comer. Se sienta en un banquito minúsculo de junco, en el enorme estudio todo blanco, y durante horas y horas pinta. Esto en cuanto a la actividad artística, mejor dicho su oficio. Pero su vida es mucho más compleja, llena de cosas y motivos, como, por ejemplo, su casa.
Su casa y la manera de vivirla forman parte de un todo donde uno se mete y sale reconciliado con la naturaleza, las artes culinarias y domésticas, y por supuesto el arte en general.
Cuando la casa de Josefina Robirosa y Jorge Michel, su marido, fue construida, sugería más a un "bunker" que a una quinta con enorme jardín en las afueras de Buenos Aires. Sin embargo el jardín está; también la pileta, el vivero, el "patio criollo" para futuras parrilladas y las innumerables plantas, porque sus dueños aman las plantas. Pero también hay un "adentro", toda una vida intramuros, que transcurre en los ateliers (el de Josefina, para pintar; el de Michel, para su esculturas-muebles en madera y sus mármoles). O en el colorido comedor-cocina, equipado para estar allí gran parte del día; mientras Josefina cocina o prepara el té, ahí se charla, en esa noble mesa de madera que resulta ser hermana del banco de carpintero que está en el living; un auténtico mueble provisto de todo lo necesario para pulir, formar y terminar las esculturas. El living con el tiempo ha incorporado los muebles que le correspondían, realizados por Michel. Maderas claras, suaves y acariciables, que fueron tomando forma de sillas y mesas.
Desde adentro se mira perfectamente todo el paisaje exterior, pero es imposible pretender "espiar" desde afuera. Los de la casa se protegen así de la curiosidad de las visitas inoportunas. Hasta hubo, en un tiempo, timbre electrificado, y un cartel en el portón, que decía: "Cerrado por vacaciones". ¿Por qué? Porque evidentemente la mole parecida a una pirámide trunca de color lavanda (que hoy muestra la base blanca, de cal) provocaba una curiosidad, yo diría que malsana. Una avalancha "turística" todos los fines de semana. Y el diseño de Clorindo Testa no fue realizado para tal finalidad. Costó hacer entender esto. Los moradores se armaron de paciencia hasta que fueron dejados en paz con su casa y con sus cosas.
Ahora, luego de sus primeros cinco años, la pirámide tiene albañiles por todos lados para repintar la fachada, que volverá a ser celeste, los estudios, y ajustar todas esas pequeñas cosas que aflojaron en ese tiempo.
No me extraña, entonces, que Josefina y Michel no estén tostados por el sol, porque demuestran haber estado tan "metidos" en la refacción de sus talleres, en la mudanza de telas y materiales, que no han salido afuera, a la luz.
Josefina y Michel, por tres. Un estilo de vida, una forma peculiar de ver la sociedad, la gente. el futuro. "Nos gusta ser así. Vivimos haciendo lo que tenemos ganas"
Nos recibe Josefina, con dos suéteres puestos, cosa totalmente inusitada debido al calor que hace. Eso si, descalza. Va a seguir descalza durante la entrevista, cuando se le tomen las fotos, a la hora del té y más tarde. (Confieso que la hemos visitado largo, en una de esas famosas "visitas de campo". El ambiente se dio así. Se empezó a hablar muy en serio de sus ocupaciones, y se terminó di vagando sobre los Estados Unidos, las plantas, la publicidad, etcétera. Ya se verá por qué).
-¿Desde cuándo pintas, Josefina?
-Desde los siete anos. El otro día encontré unas acuarelas mías de esa época. A los dieciocho empecé a tornar clases con Emilio Basaldúa.
-¿Qué estuviste haciendo que no expusiste en el último tiempo?
-Hasta recién tuve trabajos por encargo. Mi encargaron nuevamente el diseño de toda una línea de vajilla. Esta vez la hice en blanco y negro. También diseñé géneros de cortinas para una casa de decoraciones. Y ayer se inauguró en la Galería El Sol una muestra de tapices míos. ¡Todavía no fui! No quise avisar a todos mis amigos para no obligarlos a costearse y tener que comentar la exposición. (Es cierto, y no hace falta. Los tapices de Josefina y sus demás obras se venden o se muestran solos. A ella, corno a Michel, les horroriza ese tipo de reuniones.)
-¿Podés explicarme de qué se trata este estilo nuevo que tenés en la cabeza y sobre el cual vas a trabajar a partir de ahora?
-No sé cómo explicarlo. Sí supiera, ya estaría dejándolo. Porque cuando ya sé manejar un estilo, un lenguaje, para mi perdió el interés. Cuando empiezo a aburrirme haciendo mis cuadros tengo que cambiar. La pintura es una gran aventura que corre uno mismo. A los demás, los cuadros les sirven para decorar paredes, pero para mi son más válidos cuando no se cómo me van a salir.
-¿Qué colores te gustan ahora, para tus obras?
-Los verdes. Las gamas de los verdes, porque es lo que menos he hecho. Aunque a veces un color te pide otro al lado, otro al que creías no volver a utilizar.
-¿Sos feminista?
-iNo! Ya en los hombres me revienta el machismo, me parece deplorable. Y ese "ismo" en las mujeres pasa a ser algo patético. Lo entiendo a nivel salarios, pero para eso están los sindicatos.
-¿Vas a viajar próximamente?
-Tengo ganas de conocer el norte del país. Pensábamos ir desde Jujuy hasta Bolivia o Perú, pero ahora tengo ganas de trabajar antes que otra cosa. Y como en verano no te hacen encargos de trabajos podés dedicarte mejor a lo tuyo.
(Ahora entramos en el taller de Michel. Hay esculturas en mármol que acaba de terminar).
-Tienen posibilidades para que se las puede cambiar de lugar. Pueden ser miradas desde cualquier ángulo.
(Sus formas tienen cavidades donde él instala pequeños objetos del mismo material, y son ovoidales o planos, en fin, como juguetes y piezas para mover, tan suaves al tacto que se le deslizan a uno de las manos). – Yo los lijo y los pulo hasta que queden así... ¡El mármol sugiere la piel humana! -Dice Michel, y en seguida se ríe, para agregar-: Anotá eso, siempre que incluyas lo que dijo Henry Miller: "¡El clown es el poeta en acción!", ¡y yo soy muy clown!
En este momento estramos con Josefina en su cuarto. Abre el ropero y busca algo para cambiarse. De adentro asoman colores diversos en sus gamas y sus brillos.
-La ropa, ¿qué es para vos? (Se me ocurre preguntarle al notar que su actitud ante el vestuario es indecisa, como si nunca se cuestionara qué vestimenta y para dónde)
-La ropa me encantaría si tuviera alguna forma de adquirirla sin perder el tiempo en probármela, encargarla o tener que ocuparme de ella. Ultimamente no me saco de encima los pantalones y la camisa. Como variedad, me pongo chalecos cortos de colores.
-Y en esto, ¿qué colores te gustan?
-Los rojos, los marrones, los naranjas.
(Se ha puesto un pantalón y remera negros, y arriba una camisa de grandes mangas, roja. En la cintura, enorme cinturón de cuero negro. Evidentemente, gracias a su altura y su figura estilizada, Josefina logra ser espectacular sin proponérselo siquiera. En los pies, nada. Seguirá descalza. Camina ahora por el jardín, mostrándonos las plantaciones nuevas, la parra que sombreará el patio para hacer asados, las escaleras exteriores que llevan al techo, desde donde se ve toda la extensión del jardín, y más allá, los otros parques y plantaciones).
-¿Qué hacen en la casa?
Michel: -Josefina se ocupa de su interior. Cocina, hace todo; la ropa. las compras. ¡El plato que mejor le sale es la tapa de cuadril con cebollas y germen de trigo!, y los arroces. Yo trabajo afuera de la casa, En el jardín, preparo la tierra, hago almácigos de arbustos. Tengo la absoluta seguridad de que las plantas son seres vivos, cosa que los seres humanos se olvidan frecuentemente. ¡Yo acá tengo un "lazareto" de plantas! Las traigo de casas vecinas y logro hacerlas revivir.
(Josefina agrega: –Eso se llama tener "mano verde". ¡Yo te aseguro que a Michel las plantas lo "quieren"!)
-¿Y qué les gusta hacer cuando no trabajan?
Josefina: -Leer. Ir al centro a vagar, tocar el timbre de los estudios de los amigos, tomar café con ellos; visitar la galería Carmen Waugh: las dueñas son amigas mías. Me aburre ir a las exposiciones de pintura, a los "vernissages".
Michel: -Cuando no trabajo sigo dedicándome a las plantas. Charlo con Josefina (la mira).
-¿Qué trabajos hiciste anteriormente?
Michel: -Fui marinero, foguista, por catorce años, después diariero. Vendía diarios en la calle. Entretanto, siempre hacía cosas en madera. Más tarde, trabajé como gerente de ventas en Canal 13. En Lowe también fui gerente de ventas. En la agencia de publicidad Agens fui director creativo. Pero abandoné todo hace dos años. Porque preferí mi tiempo a ganar dinero. Ahora vivimos al día. Vamos vendiendo lo que producimos, la pintura de Josefina, mi escultura (recientemente el Hotel Sheraton adquirió una escultura gigantesca de Michel) y así nos financiamos los gastos. Realmente, gastamos muy poco.
Josefina: -Uno gasta cuando tiene que compensar estados ansiosos, infelices o antinaturales del animo.
Michel: -En la vida hay dos posiciones: o producís, o consumís. Yo no estoy en contra del consumo en general; estoy en contra de mi propio consumo. Debés irte restringiendo y consumir cada vez menos, según van pasando los años. Lo que ha pasado con las obras de arte es que la gente se siente tan incapaz de producirlas que debe comprarlas. No saben que se puede regar a producir lo indispensable para vivir, las cosas para uno. También escribí poesías. Pero creo que la poesía ahora no es más escrita. Es una actitud de vida. Si la podés describir, esta actitud se transforma en poema.
-Josefina, ¿de qué otra manera te hubieras expresado, si no pintaras?
Josefina: -Tendría que haber nacido de vuelta, y haber tocado guitarra, haber cantado. Pero más que nada, me hubiera gustado ser Isadora Duncan. La admiro porque hizo todo lo que se le dio la gana, humana y artísticamente. Tenía agallas.
Hemos hecho un alto en la recorrida de la casa-fortaleza y el jardín, para tomar el té que fueron preparando mientras charlábamos y nos íbamos desplazando por los ambientes Todo tipo de mermeladas caseras, y un té mezcla del nacional con jazmín, tostadas, quesos, han surgido en minutos, se han acomodado en la mesa del comedor-cocina.
-En este momento, ¿cuántas horas por día trabajan?
Josefina: -Ahora tengo mas paz que antes. Pinto menos compulsivamente. No tengo ya esa necesidad urgente de justificar mi día trabajando de punta a punta.
Michel: -Yo todo el día. Me levanto temprano, a las siete, y de ahí en más. Mi trabajo es la totalidad de la escultura, mi casa, mi jardín, o sea todo lo que tenés que hacer. En esta casa, y con los oficios que tenemos, hay mucho para hacer. ¡He llegado a producir nuestras propias cucharas! Trato de fabricar todos los utensilios útiles para nosotros. Josefina: -Yo en el Arte, con mayúscula, no creo más. Creo en hacer las cosas que sirvan, por eso lo que hace Michel es mi ideal: los muebles y las demás cosas.
Michel: -Yo creo que la tendencia es que mayor cantidad de gente fabrique mayor cantidad de objetos, y no a círculos exclusivos de artistas, exposiciones y marchands, que son muy pocos.
Josefina: -Si no tenés, si no te das tu tiempo para hacer tus propias cosas, te atrofiás...
MARIA LARRETA
Fotos: Eduardo Frias