Revista ARTINF (Arte Informa) – Noviembre 1982.
Mi pasado de marinero y foguista me enseñó muchos oficios que después me fueron de gran utilidad. Por eso creo necesario el desarrollo de ciertas habilidades para quien quiera trabajar la escultura en directo: la escultura que se hace principalmente con el instrumento mano. Caso contrario es otra cosa, recibe otro nombre, por ejemplo arte objetal.
En mi opinión, la escultura exige un punto de partida estricto: la imagen-idea debe poder concretarse por los propios medios, o sea, taller, materiales, herramientas, conocimientos técnicos, practicas de ejecución. Y frente a todo eso, uno mismo, sin intermediarios, para la puesta en obra. Así era la ejecución en el pasado, cuando el escultor-artesano sabía cómo resolver él solo los pasos de la escultura.
Con esto, no preconizo un retroceso a lo prerrenacentista, ni la renuncia a los adelantos de la técnica, ni el rechazo de las posibilidades que brindan hoy nuevos materiales. Mi enfoque tampoco implica desestima por los modos de trabajar en los que intervienen diversos pasos manuales o industriales que realizan otros operarios. Pero como autor de esculturas, creo imprescindible saber cómo operar uno mismo, frente a las exigencias del material y de la idea escultórica. Existe un cierto prejuicio por esto -los griegos Io llamaban techné como si el depender de nuestras propias fuerzas debilitara la imaginación creadora-. Para mí no es así.
En nuestro país existen las mejores maderas y granitos que no son inaccesibles. Un tronco de quebracho o un trozo de mármol, se consiguen en cualquier demolición.
Como escultor me inicié por el camino clásico, modelé con barro, trabajé con yeso, desnudos, cabezas. Cuando quise, me decidí y corté con la línea inicial. Incursioné por otros campos la poesía, la gráfica, el cine— y luego volví a la escultura. La madera, por sus condiciones de suavidad, calor, humildad de exigencias y mínima economía, atrajo mi elección. Después fue el mármol en pequeños formatos, porque éstos no exigen herramientas sofisticadas. Cuando tuve un taller instalado con instrumental y espacio adecuados, ataqué la piedra de grandes dimensiones en talla directa. Conocí el desafío de la masa escultórica. Supe de los riesgos que nos imponen resoluciones de todo tipo.
En nuestro país existen las mejores maderas y granitos que no son inaccesibles. Un tronco de quebracho o un trozo de mármol, se consiguen en cualquier demolición, y ninguna cantera le niega un pedazo de piedra al que desee esculpir. Yo mismo durante años trabajé con materiales de rezago. Herramientas se consiguen, y lugares donde aprender también. El que quiere aprender, aprende. Conseguir un buen espacio es difícil y caro en todas partes, y no por eso se deja de hacer escultura.
El verdadero problema reside en otros aspectos: en el qué hacer frente a la idea y al material, en el cómo operar sin apartarse de la más rigurosa disciplina de taller.
Mis obras en madera -preferentemente de lapacho negro- no son muebles para ser usados. Son sus parodias, sus formulaciones irónicas. Alegorías de lo oculto en algo que se parece a un banco sin serlo, o a una mesa, porque siendo una super-mesa-escultura, tiene exaltadas las notas de peso y apoyo,
La Venus de Milo no es una mujer a quien se la invita a salir. Es símbolo de la mujer. Tampoco mi "Juego de escritorio" sirve como tal. Representa la pomposa relación de dos hombres, uno frente a otro. Aunque alguna vez se me ha asocia do con la obra de Gaudí, me siento más cercano a Claes Oldenburg.
En parte, porque lo que más me interesa es poder captar esa poética que pone en obra el concepto, con expresión exacerbada y dimensión expandida. Como el cuento, que refuerza con recursos gramaticales su recarga expresiva.
No intervengo en premios porque no estoy de acuerdo. La idea de competir me resulta intolerable, porque creo que el artista es un sujeto totalmente comprometido con su obra
Soy un reiterativo en mis conceptos, formales: o el esferoide, que puede ser poliedro pero esferoide al fin, o el huso en cualquier forma orgánica que se le parezca. Acepto mi carácter, es mi estilo.
No intervengo en premios porque no estoy de acuerdo. La idea de competir me resulta intolerable, porque creo que el artista es un sujeto totalmente comprometido con su obra, a quien no se le puede asignar un juicio cuantitativo de ser más o menos que otro. Numerosos enfoques, facetas, estilos, conjugan la gran familia de artistas, a los que no se puede juzgar con la misma vara, lo que no impide el estudio teórico y la reflexión crítica.
Mientras construyo tres grandes esculturas de acero inoxidable, imagino un cuento botánico para tres semillas en estado de germinación. Las semillas no son más que nombres, como en toda narración, que permiten ligar diferentes acciones: la aparición de un proyecto, de obstáculos y del peligro que provoca la huida o la resistencia. Si me quedo y resisto), esa materia inorgánica por acción del maquinado, sustentará el relato, con reflejos del medio a que está destinada parques y jardines para cumplir en su mimesis el eterno retorno a la naturaleza, generando en su espacio, otros estados de agitación.
Transcripción de la entrevista de Silvia de Ambrosini al escultor en su taller.
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